jueves, 8 de marzo de 2012

La Criptografía y su Legislación


La Criptografía y su Legislación

La criptografía puede inspirar lógicos miedos en los gobiernos. Nos encontramos ante unas técnicas que permiten la total inviolabilidad de un corre o electrónico. Por tanto, ¿qué ocurre si la utilizan terroristas o criminales para comunicarse? ¿No debería prohibirse o regularse de alguna manera? Hay un principio fundamental a respetar en Internet: todo aquello que es legal en el mundo real, es legal en Inter Internet.
La criptografía es simplemente la manera de garantizar en Internet el derecho constitucional a la inviolabilidad de la correspondencia. Piénsese además en símiles establecidos en el mundo real. Así, la respuesta a prohibir la criptografía es claramente no. No existe ninguna forma de regulación de la criptografía que no cause daño a los ciudadanos inocentes que no la van a utilizar con fines delictivos. Y ya no hablamos simplemente de la protección de mensajes ³normales´ de correo electrónico. Dado el crecimiento de Internet, es posible que dentro de unos años, por ejemplo, los médicos de distintos lugares del mundo se pongan en contacto constantemente para ayudarse mutuamente. ¿De qué manera podrían intercambiar de forma segura historiales médicos sin arriesgar el derecho a la intimidad de su paciente? Asimismo, el comercio electrónico está experimentando un auge que sólo será posible sostener si las transacciones comerciales que se realizan, como por ejemplo el envío del número de una tarjeta de crédito para un pago, se pueden seguir realizando de forma segura. El intento de prohibir la criptografía, sea su uso, sea su exportación e importación, además acaba siendo un fracaso. Los rumores a principios de los noventa de que el gobierno americano iba a prohibir todo uso de criptografía ³fuerte´ (es decir, con claves lo suficientemente grandes para ser seguras), llevaron a una rápida expansión del uso de estos programas, y precisamente al surgimiento de la primera versión de PGP.
En pocos meses la tecnología estaba tan extendida que aplicar la prohibición habría sido muy difícil. Llegados a esta situación, el gobierno americano intentó al menos impedir su expansión por el resto del mundo aplicando estrictamente la legislación ITAR (siglas en inglés de Regulación del Tráfico Internacional de Armas) del Departamento de Estado. En esta normativa se incluía la criptografía como armamento de la categoría (a la que pertenecen también, citando literalmente, los tanques, la artillería pesada y determinadas armas de destrucción masiva), y por tanto como una tecnología sujeta a regulación del gobierno para su exportación, sancionando su exportación no autorizada con multas de hasta un millón de dólares y/o penas de cárcel de hasta diez años. A pesar de estas medidas, durante años, en cuanto surgía una versión nueva de PGP en Estados Unidos, en pocos días se podían conseguir copias del programa en servidores Internet de todo el mundo. El gobierno americano se vio obligado a realizar diversas enmiendas a esta legislación, sino de todas maneras tomar medidas satisfactorias y lógicas.
Por un lado, se retiró la obligación que tenían los ciudadanos americanos de pedir una autorización para poder sacar del país cualquier producto criptográfico cuando viajaran, aunque limitando esta exención al uso personal. Entre otras cosas, se permite la exportación libre de sistemas criptográficos tan inútiles e inseguros como los que implementan el débil algoritmo con claves de 56 bits. Hasta poco después de la Segunda Guerra Mundial, la criptografía fue una poderosa herramienta mantenida celosamente en secreto por los gobiernos.
El origen de su uso se remonta la antigua Roma, y jugó un papel crucial en varios conflictos bélicos. Con la publicación del artículo de Claude E. Shannon``CommunicationTheory of SecrecySystems'' en 1949, la criptografía pasó a engrosar la lista de campos cubiertos por la investigación científica, investigación que se caracteriza por realizarse de forma abierta, y muchas veces mediante la colaboración de investigadores de diferentes países, ignorando las fronteras políticas. Como punto final de este proceso, la explosión del uso de las redes informáticas y especialmente de Internet, ahora más allá del ámbito científico, ha disparado la demanda de herramientas criptográficas seguras por parte del público. Sin éstas, el desarrollo del comercio electrónico, considerado unánimemente un mercado emergente de interés estratégico, resultaría completamente imposible.
 Intereses económicos aparte, en un estado de derecho los ciudadanos tienen derecho a proteger la privacidad de sus comunicaciones, derecho que está reconocido como fundamental en las legislaciones de los países democráticos. Sin embargo, la criptografía presenta un problema: existen algoritmos de encriptación inviolables mediante la tecnología actual, de manera que nadie, y esto incluye a los gobiernos y sus servicios de información, puede acceder al contenido de un mensaje cifrado. Ante esta situación, los gobiernos temen perder su capacidad de monitorización de las comunicaciones, y la respuesta adoptada por algunos estados es la restricción al uso de la criptografía en diferentes grados. Dichas medidas resultan completamente inútiles a la hora de prevenir el uso de técnicas criptográficas con el fin de cometer o encubrir delitos, y limitan su uso legítimo por parte de la ciudadanía, que ve mermado su derecho a la protección de la intimidad.




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